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“Un viaje de mil leguas empieza con un solo paso”, Lao Tse.

Los objetivos son nuestra razón de ser, nos dan vida y propósito, nos llenan de ilusión. Tener objetivos es señal de que ansiamos cambios en nuestras vidas (cambios que pretendemos que sean a mejor), e imaginarnos con nuestro objetivo ya conseguido genera emociones positivas y aumenta la sensación de empoderamiento personal.

A pesar de las dificultades y de los miedos que puedan surgir en el proceso, lo cierto es que los objetivos tienen una ventaja fundamental respecto a los sueños: podemos hacerlos reales, característica fundamental que diferencia lo posible de lo imposible. A tu “amigo imaginario” de la infancia no lo puedes traer a la vida estrictamente hablando, pero conseguir mejorar tus calificaciones estudiantiles, lograr un avance laboral en tu empresa, hacer el viaje de tu sueños el próximo verano, o superar un evento doloroso de tu vida, son ideas en nuestra cabeza que sí tienen posibilidad de pasar al mundo terrenal.

Dicho esto, ¿qué necesitamos saber sobre los objetivos para poder hacerlos realidad? En este artículo vamos a profundizar en el concepto, ¿qué significa la palabra “objetivo”?, ¿qué debemos tener en cuenta a la hora de plantearnos conseguir algo que queremos?

¿Qué es un objetivo?

    Un objetivo es un fin último hacia el que van dirigidas nuestras acciones. Un científico que busca respuestas a sus preguntas de investigación, un trabajador que se esfuerza por encima de lo exigido para ascender, etc., así funciona con cualquier aspecto de nuestras vidas: actuamos para conseguir algo en concreto. Incluso en situaciones que parecen simples (como cuando un bebé llora porque tiene hambre) o en las que creemos que “no hemos hecho nada” (cuando sorprendemos a nuestra pareja con su postre favorito para sacarle una sonrisa), siempre hay algo que nos motiva, y modificamos nuestro comportamiento y nuestro ambiente en pro de aquello que necesitamos o anhelamos conseguir.

 La fórmula → Objetivo General = Ʃ [Objetivos específicos (Oen) x Proceso (Pn)]

    Los objetivos se forman en base a la interacción de dos componentes (Oen y Pn), y la suma final de los productos que forman ambos componentes es lo que nos llevará a cumplir el Objetivo General. Estos componentes son:

  1. Los Objetivos Específicos (Oen), que son el conjunto de logros o hitos que se deben cumplir para poder acceder al objetivo general (hay tantos objetivos específicos como sea conveniente para llegar al mismo).
  2. El Proceso (Pn)  de cada objetivo específico, es decir, lo que hay que trabajar para lograr cada uno de ellos.

En resumen: para llegar a tu objetivo, tendrás que completar previamente una serie de tareas necesarias para conseguirlo. Siendo así, la pregunta es: ¿qué necesito para llegar a mi objetivo?, o, ¿qué orden de cosas debo seguir antes de conseguir lo que quiero? 

Por ejemplo, imagínate que quieres empezar a hacer deporte para ponerte en forma, veamos qué posibles pasos podrías dar:

  1. Decidir cómo quieres hacerlo: saliendo a correr, yendo a un gimnasio, apuntándote a una actividad, etc.
  2. Suponiendo que has elegido gimnasio, buscar uno que te venga bien (distancias, precios…) y mirar los horarios de apertura.
  3. Si valoras varias opciones, lo siguiente sería acercarte un día y hablar con los comerciales, ver las instalaciones, conocer las ofertas, saber qué necesitas llevar y aclarar dudas. 
  4. Apuntarte en el que más te convenga y elegir tu primer día.
  5. En tu primer día, y nada más llegar, hablar con el monitor de la sala para que te ayude a establecer un plan según tus objetivos, tu nivel de entrenamiento y tu disponibilidad.

Ahí tenemos un ejemplo de pasos a seguir para conseguir el objetivo planteado. Dependiendo del caso, siempre se pueden añadir, modificar o quitar alguno de los puntos propuestos, pero en esencia lo que has de tener claro es que debes trazar un plan específico y ajustado a ti, y seguirlo.

  Los hechos NO son opiniones

    Por último, es fundamental tener en cuenta lo siguiente: los objetivos se refieren a objetos reales, es decir, no hay cabida para apreciaciones subjetivas. Veámoslo con ejemplos: 

  • Elena necesita más de un 8.5 de media para entrar en la carrera que quiere.
  • Pedro quiere entrar en el podio de la competencia de Triatlón en el que se ha apuntado.
  • Ángela quiere superar su miedo a hablar en público de cara a una presentación importante en su trabajo. 

Todos somos conscientes de que solo existen dos opciones: cumplir o no cumplir. Si pasada la Selectividad, Elena obtuvo una calificación de 8 puntos, significará que NO consiguió su objetivo; si Pedro fue el primero en romper el listón de la meta, entonces SÍ consiguió su objetivo; y lo mismo con Ángela, si tras un entrenamiento y trabajo mental previo consiguió bordar su presentación con total seguridad, se puede decir que Sí consiguió su objetivo. Aquí no estamos hablando de cuánto se han esforzado, ni de la ilusión que han puesto en el proceso, ni de lo motivados que están para seguir trabajando. Estamos hablando de resultados, y la objetividad de los resultados no se debe confundir con nuestras opiniones ni valoraciones al respecto. El “creo que lo he conseguido” NO existe.

Puede sonar demasiado estricto, pero entre los problemas más grande que puedes encontrarte es precisamente no tener del todo claro el qué (lo que quieres conseguir) o el cómo (las acciones a llevar a cabo). No solo es un lastre en tu camino, sino que muy probablemente termine por no llevarte a ningún sitio y, por ejemplo, a frustrarte porque pienses “no soy capaz”, o quizás a maquillarlo y decir “bueno, no es tan importante” o “es que es muy difícil”. Independientemente de la dificultad, de la flexibilidad en el proceso y de la motivación que tengas, un objetivo bien definido te garantiza tener hechos gran parte de los deberes y muy probablemente te lleve al éxito.

“El hombre que mueve montañas empieza moviendo pequeñas piedras”, Confucio.

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